Este breve relato quiero dedicárselo a ese ser que estuvo a mi lado en un momento difícil para mí. No es frecuente que haga esto porque no me gusta compartir sentimientos que a lo mejor no interesan a los demás. Pero esta vez es una promesa que le hice a ella, cuando al finalizar uno de nuestros encuentros, le dije que tenía un blog y que en él volcaba parte de mi visión de la vida a través de textos que elegía con afecto.
Mi hermano estuvo internado -hasta hace pocos días- yo me quedaba con él, por la mañana o por la tarde. A veces, cuando él se dormía, yo salía para distraerme, a un pequeño hall que había en el piso de cirugía. Ella estaba allí, vestida de negro y con la tristeza en su rostro, lo que me daba la sensación de que también tenía un ser querido internado. Dos días se repitió la escena: ella sentada frente a mí en un sillón, hasta que me tocó cuidarlo de noche a mi hermano. Creo que alguna vez les habrá tocado permanecer esas horas interminables de la noche en la que no se puede dormir porque entran y salen cada dos o tres horas enfermeras y médicos para controlar al paciente. Entonces decidí quedarme afuera en esas pequeño hall. Allí estaba ella secándose y conteniendo unas lágrimas que bajaban lentamente y que trataba de ocultar.
El dolor nos hace solidarios cuando intuimos que alguien está pasando por una situación similar a la nuestra. Ya habían pasado tres días desde que yo había recibido el parte médico y ocultado mis lágrimas en un rincón de los jardines. Así que asumía con resignación todo lo que me estaba pasando. Por eso me acerqué, me senté a su lado, en silencio, y así esperé unos minutos. Este era el tercer día que cruzábamos nuestras miradas sin decirnos una palabra.
Pero esa madrugada, cansados como estábamos, era mejor hablarnos, por lo menos, para aceptar la realidad y compartirla. Entonces le pregunté, por la persona que tenía internada y me dijo que era su madre que ya tenía 82 años, pero que realmente la había acompañado en los momentos más difíciles de su vida, que no había sido facil, y ahora sentía que se le iba un ser que le había dado todo hasta este momento, en que se había operado y el pronóstico era una dolencia defintiva.
Nos levantamos y fuimos caminando hasta la habitación donde estaba su madre, frente a la de mi hermano. Vimos que estaban tranquilos y me preguntó por él. Le relaté brevemente lo que tenía, para no apesadumbrarla, pero sí le dije que era el último de mis hermanos y que ya no me quedaba ninguno.
Volvimos al hall y continuó con el relato, diciéndome que era hija única, que su padre había sido bancario y por eso estaba internada allí su madre. Así comenzamos a contarnos todo lo atinente a nuestras vidas y, por unas horas aliviamos la tensión de la noche y quedamos que a la mañana cuando nos relevara un familiar tomaríamos el desayuno en el bar del policlínico.
Me recosté en un sillón que había en la habitación y me quedé dormido hasta que nuevamente me despertó una enfermera. Un rato después llegó mi sobrina y me fui.
En una de las mesas estaba ella. La verdad, pensé que no iba a estar. Pero sí, me había esperado, porque yo me demoré hablando con el médico que atendía a mi hermano ya que lo conozco desde hace muchos años.
Nos dimos un beso en la mejilla. En silencio, tomamos el desayuno, y de pronto, casi al mismo tiempo, sonreímos después de muchos días de ansiedad. Es cierto, una sonrisa triste. Pero al fin sentimos que podíamos hablar de algo distinto, algo nuestro, porque lo necesitábamos.
En frente está la Plaza Irlanda, hacía mucho frío, pero el sol invernal comenzaba a asomarse a través de los árboles pelados y, tomados del brazo, comenzamos a caminar, a sentir cómo el calor de nuestros cuerpos se identificaban con el relato de nuestras vidas.
Nos vimos a la mañana siguiente. Pero ya teníamos un motivo más para estar allí, ya no seríamos dos extraños llenos de dolor, sino dos seres animados y unidos por el placer del afecto.
Para Dina.
En frente está la Plaza Irlanda, hacía mucho frío, pero el sol invernal comenzaba a asomarse a través de los árboles pelados y, tomados del brazo, comenzamos a caminar, a sentir cómo el calor de nuestros cuerpos se identificaban con el relato de nuestras vidas.
Nos vimos a la mañana siguiente. Pero ya teníamos un motivo más para estar allí, ya no seríamos dos extraños llenos de dolor, sino dos seres animados y unidos por el placer del afecto.
Para Dina.
PERDON POR LA TARDANZA...TE RECUERDO SIEMPRE..
ResponderEliminarBESOS NIÑO BONITO.
Hola Irene! Gracias por visitarme y no importa que tardes, siempre y cuando llegues. Besos, bonita.
ResponderEliminarQue hermoso relato... no solo me imaginé la situación sino que también he tenido que estar horas durante la noche cuidando a mi papá (claro en mi casa), un simple masaje en su fragil espalda o solo que me pidiera que lo peinara y quedaramos horas asii... me remontaste a todo eso, quizás porque hablaste de tu hermano, quizás porque vivo experiencias donde hoy si soy feliz pero no dejo de recordar en todos mis dolores.
ResponderEliminarPara Dina lo mejor!!!! y que cuide a su madre de la mejor manera que pueda... y para vos lo mejor!!! del dolor no se escapa nadie, pero por suerte tenemos amigos, familia donde poder apoyar nuestro hombro y que nos ayuden a soportarlo.
Acá estoy cada vez que me necesites, lo sabes!!!
mmmmuuuuuackssssssssss!!!!
Gracias Carolina por tus palabras. Es cierto, cuento con una familia y buenos amigos que en este momento me alientan con mucho cariño y afecto.
ResponderEliminarUn beso.
Una hermosa y triste historia.
ResponderEliminarBesos.
Vivi, no es una historia y tampoco es triste, porque es un relato de lo que me ocurrió hace 21 días y mi hermano se está reponiendo lentamente en su casa. Pensé compartirla en este lugar porque no quise escribir sobre algo que no sentía en ese momento.
ResponderEliminarBesos.
He vivido todo lo que contás porque yo también he perdido a todos mis hermanos. No viví la historia tuya pero siempre en el dolor uno es solidario y eso causa el efecto boomerang.
ResponderEliminarMe alegra saber que tu hermano ya se está reponiendo.
Y... qué pasó con Dina???
Es que me gustan las historias de amor!
Gracias por venir a mi blog.
BACI, STEKI.
Cuando dije historia fué porque para mí lo es, es una historia real obviamente, no utilicé esa palabra por pensar que era ficción. Y me resultó triste por Dina y por las penurias que ocurren en esas situaciones.
ResponderEliminarLa próxima vez trataré de ser más explicita.
STEKY: Lamentablemente,Dina perdió a los pocos días a su mamá, pero yo la acompañé en momentos tan dolorosos para ella. Y así seguimos ahora, como buenos amigos que se ayudan mutuamente, tratando de conocernos más.
ResponderEliminarUn beso, Steky.
Viviana: Solamente quise hacerte una aclaración y no pensaba que te ibas a enojar. Si es así te pido disculpas, porque en este momento suelo cometer algunas imprudencias.
Un beso.
Bello texto te encuentro en lo de Steki y me voy en silencio
ResponderEliminarRecomenzar, fue un momento difícil, pero la amistad aminoró en parte, la ansiedad que vivía.
ResponderEliminarCon afecto.
gracuas por pasar espero que sigamos juntos en esta maravilla que es unir las almas sin cuerpos
ResponderEliminar"El dolor nos hace solidarios" es una frase para hacer un cuadrito.
ResponderEliminarSaludos!
El placer de los afectos..muy buen titulo, exelente relato y maravillosa forma de inmortalizar el momento en que dos desconocidos se encuentran en el dolor y lo transformar en esperanza..
ResponderEliminarUna sonrisa entre lágrimas es esa suerte de arcoiris facial. (Mario Benedetti)
CUANDO VOLVERAN A FLORCER JAZMINES? QUIERO LEER MAS
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